7/10/12

Futuro no muy lejano.

Macabra escena. Tenían los ojos amarillentos, desubicados y salientes de sus cuentas. Sus narinas dilatadas desmesuradamente permitían ver las costras de sangre impregnadas en las paredes nasales de una forma vomitiva y repugnante. Algunos de ellos tenían una especie de par de hoyos solamente para emitir alguna exhalación. Los labios leporinos, deshidratados y cuarteados de tal forma que pareciera la boca fuera de cartón corrugado, eran de un color sepia y verdoso. De estos, muchos abundaban. También podía visualizar la dentadura - si es que así le puedo nombrar- casi negra debido al sarro acumulado en meses o años quizá. Incompleta por supuesto, y con un tremendo y pestilente olor a putrefacción mortuoria. Los muñones se balanceaban o tomaban objetos. Algunos ya engangrenados, frescos y sanguinarios, que podían llegar al antebrazo, muñeca, o bien simplemente un hombro solitario vomitando sus fluidos. Me pareció ver algunos suertudillos con enfermedades genéticas -por así decirlo- no tan batientes y terribles como las deformaciones antes mencionadas. 

Me trajo una servilleta sostenida por sus premolares ubicados desfavorablemente al frente de su mordida. La colocó sobre mi mesa y con dificultad para pronunciar me exhortó a comenzar mi cena. Qué fortuita cena. Se abrió el portón de metal con una contraseña hecha con maña y buena memoria. 

-Ya lárgate adefecio. Hoy en día señorita Núñez, estos malparidos cuestan una lanota. Imagínese cuánto cuestan los 21. ¿Cavernet está bien?-